jueves, 8 de noviembre de 2007

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Desde que el hombre, como especie, comienza a razonar, y se transforma en un ser consiente de si y su entorno, aparece también su necesidad de expresarle a otros, lo que por su atribulada testa serpentea. Este afán, la comunicación o legado, es una particularidad nuestra, que, a diferencia del resto animales, tratamos que esta sea masiva y perdurable. Desde lo rupestre cavernario, que cada vez que se crea o descubre un nuevo medio de expresión, a corto andar este evoluciona, se perfecciona o profesionaliza, no necesariamente por necesidad, sino por otra particularidad nuestra que es la de tender a la diferenciación, en fin. Desde lo necesario, que ya cubre las expectativas y cumple su fin, hasta pasar por apogeos extraordinarios, plenos de complejidad y detalle, como lo demuestran muchos grandes, desde las cuevas a Da Vinci o Matta, o de Imotev a Gaudí. Todos persiguen un fin común, que su idea se transmita lo más fiel y potente que se pueda de una manera única y reconocible. Desde como mostrarle a 50.000 obreros en pleno desierto cual era el volumen del monumento, hasta idear catenarias colgantes, invertidas y reflejadas, para convencer a los escépticos del 1900.
Extrapolado esto a temas actuales, bastante más mundanos o terrenales si se quiere, pero no menos necesarios, aparecen nuestras amigas/aliadas/odiadas máquinas, dándole a nuestra profesión un nuevo medio de representación de ideas, nuevo en el concierto amplio de la profesión, puesto que desde su llegada ya hemos recorrido un buen trecho, acentuado por la capacidad geométrico progresiva de los computadores de siempre ayudarse a si mismos en su evolución, cada procesador permite que la próxima generación sea mejor, más rápida y en lo posible físicamente más pequeña. Me refiero a los motores de render, uno de los sub-productos de los software Cad.
Se dominaban los planos a tinta, luego de años de perfeccionamiento de las herramientas y la técnica, llegan los PC, Cad y la planimetría se hace exacta a la fracción centésima del milímetro, en un décimo del tiempo. Aparecen los modelos tridimensionales (maquetas electrónicas), en un comienzo constituidos por planos que no contenían nada, una mera representación, y estos con sólo colores para diferenciarlos impactaban a cualquiera, dejando con la boca abierta a cuanto espectador iluminara los ojos, hasta hoy en que luego de Nemo y Matrix ya todo el mundo ha perdido la capacidad de asombro, y si lo propuesto no luce tal como la realidad, el juicio es la condena. Particularmente en el último tiempo donde, siendo testigos de la campaña publicitaria de la Costanera Norte, vemos como a lo largo de un recorrido por Santiago se va construyendo esta supuesta maravilla del urbanismo moderno.
Ahora se está dando el nuevo paso, diferenciarse, la “realidad” ya muchos la dominan, cumple su fin y muestra a cabalidad un proyecto, ahora toca la búsqueda de la identidad en el medio de expresión, ya la “realidad” no impacta ni vende como en su amanecer. Aparte de esto, está el quedar a medio camino, modelos que teniendo ladrillos en sus renders se aprecian plásticos, casi caricaturescos.

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